Trasplante
Porque se trasplanta:
Como es bien sabido, la vida de un bonsái siempre trascurre en el interior de una maceta, pues un bonsái sin maceta sale de la definición de bon-árbol, sai-maceta.
Sin una intervención por parte del cultivador, el estar enmacetado acarrea para el árbol una serie de consecuencias, que es necesario conocer.
Debido a la limitación de espacio en el interior de la maceta, el crecimiento del árbol se ralentiza aun que jamás se detiene. Fuera de nuestra vista, bajo tierra las raíces no dejan de crecer y, en pocos años la maceta se llenara de largas raíces que, girando en torno a las paredes de la maceta, forman una compacta masa, que no deja espacio para los nuevos crecimientos.
Con el paso del tiempo, la tierra se degrada y pierde su estructura y, con ella su capacidad de drenaje y oxigenación.
Ahora que la tierra se ha trasformado en una polvorienta masa compacta, el agua de riego llega con dificultad al interior del cepellón.
A consecuencia de esta suma de circunstancias, el bonsái comienza a perder vigor, los crecimientos son mínimos y aparecen problemas de pudrición de raíces. Las raíces dañadas no son capaces de absorber agua del suelo y no reponen la que se evapora por las hojas, con lo que acaban por deshidratarse y el árbol muere.
Para evitar estos problemas, se realizan periódicamente los trasplantes. Durante la operación, se podan las raíces que han envejecido, reduciendo su longitud. Las raíces más gruesas de podan más cortas y se dejan un poco más largas las jóvenes, para equilibrar la fuerza de todas ellas. Con la poda se estimula la formación de nuevas raíces capilares que son las encargadas de abastecer al árbol el agua y nutrientes. Es también el momento de renovar el sustrato. Para ello, se peina el cepellón y se extraen restos de tierra vieja. Acto seguido, se lleva a cabo la plantación con tierra nueva , si todo ha ido bien, en un par de meses el árbol se ha recuperado del shock post-trasplante y las raíces crecen ordenada y vigorosamente, a consecuencia de lo cual, la parte aérea del árbol también produce fuertes crecimientos.
Para saber qué año nos toca trasplantar, seguiremos el programa de trasplantes que cada árbol hayamos establecido. Pero como bonsái no es una ciencia exacta, es posible que algunos ejemplares no podamos cumplir con ese calendario, porque el crecimiento se haya visto por alguna enfermedad, deshidratación etc., o bien porque haya crecido más rápido que lo que esperábamos.
Es fácil conocer cuándo un bonsái necesita un trasplante. Una señal inequívoca es que la tierra se vea muy compacta y que haya perdido su estructura granulosa. También debemos estar alerta si, al regar el agua tarda demasiado en penetrar en la tierra o si vemos que no drena adecuadamente tras un riego copioso. Cuando esto sucede y la tierra se apelmaza, se reduce la capacidad de oxigenación del suelo, así como el drenaje, por lo que las raíces no crecen correctamente.
Otro indicio que el trasplante no puede esperar un año más es cuando el nivel de la tierra comienza a elevarse por encima de los bordes de la maceta. Esto sucede cuando el crecimiento radicular ha sido intenso y el fondo de la maceta está lleno de nuevas raíces, que con el crecimiento empujan todo el cepellón hacia arriba.
Al igual que sucede con otras técnicas, también en la técnica del trasplante existen muchas variaciones, dependiendo de los objetivos qué está persiga. De esto se deduce que no es lo mismo trasplantar un bonsái establecido que un pre bonsái o que un árbol con pudriciones en las raíces. En esencia todos los trasplantes son iguales, pero cada caso concreto precisa de las pertinentes adaptaciones .estudiemos pues algunas de las posibles variantes.
Trasplante de mantenimiento.
Este caso se refiere a los trasplantes efectuados sobre bonsáis ya establecidos, con unos años de cultivo como tal y varios trasplantes en su haber. Este tipo es el más sencillo de efectuar y el menos arriesgado, pues se supone que el cepellón ya está educado y, además de contar con un sistema radicular denso, formado por finas raíces bien equilibradas, está libre de tierra vieja. Al decir tierra vieja nos referimos a la tierra original del campo o vivero, es decir tierra que nosotros no hemos renovado, tierra que el árbol ya tenía cuando comenzó a ser trabajado como bonsái.
1.- El esquema para este tipo de trasplante es el siguiente:
Cortar los alambres de anclaje y sujeción de las rejillas de drenaje.
Es mejor cortarlos por la parte de debajo de la maceta, pues es más sencillo extraer el cepellón. Para facilitar el trabajo, también se deben cortar los alambres de sujeción de las rejillas de drenaje, pues las raíces se suelen enrollar en ellas fijando fuertemente el pan de raíces a la maceta.
2.- Si la maceta tiene bordes superiores plegados hacia el interior. Pasaremos una cuchilla, para cortar la parte del cepellón que queda bajo el labio. Si no se elimina y el árbol lleva mucho tiempo plantado, será imposible sacar el árbol sin romper la maceta.
3.- Peinar el cepellón.
Peinaremos el cepellón, empezando por limpiar cuidadosamente el nevara, con un palillo de madera. Esta parte es importante, ya que en esta zona se acumula mucha tierra vieja y restos de abono, que ocultan el nevara. También se rasca la parte superior del cepellón, siempre del tronco hacia fuera.
Después, limpiamos la parte inferior del cepellón. Para este trabajo será muy útil una garra pequeña. También rascaremos del centro hacia fuera, de manera radial. Por último rascaremos los laterales del cepellón.
Para deshacer el cepellón sea más sencillo, es conveniente que la tierra esté seca.
4.- Podar las raíces.
Ahora que el cepellón está peinado, se podan las raíces. La primera poda será de desbaste, eliminado lo que es evidente que sobra y así poder estudiar el cepellón con mayor facilidad, el siguiente paso consiste en ajustar definitivamente la longitud de las raíces y tratar de equilibrar su fuerza.
Las raíces que se dejan más cortas son las fuertes, las finas se podan menos. Los cortes de las raíces gruesas (si es que se podan deben apuntar hacia abajo. Para que el cepellón quede plano y bien ordenado y el nevara mejore en cada trasplante, se deben podar todas las raíces que crecen en la parte inferior del cepellón, bajo el tronco. Después de la poda éste debe quedar plano.
5.- Preparar la maceta.
En primer lugar, se lava la maceta y, si fuera necesario, se frota con un estropajo agua y jabón, para eliminar la mugre adherida. A continuación, se colocan las rejillas con sus correspondientes alambres, y por último se ponen los alambres de anclaje. Estos no deben faltar nunca.
6.- Drenaje
En el fondo de la maceta se pone una capa de drenaje, que suele estar compuesta de gravilla. En el caso de macetas muy planas, no es necesario poner grava, pues en ellas la evaporación es muy grande, por lo que el agua retenida en el fondo se consume pronto. Además la gravilla ocupa un espacio muy necesario para las raíces del árbol. Algunos autores recomiendan sustituir la gravilla por la misma mezcla de tierra que se use para la plantación pero de un calibre muy grueso (10mm de diámetro).
6.- Sustrato
Sobre la capa de drenaje se pone otra de con sustrato y, sobre ella se pone el árbol.
A continuación se cubren las raíces con sustrato y se compacta con un palillo de madera.
8.- Fijación.
Cuando el cepellón está más o menos asentado, se fija con los alambres de anclaje, para que quede inmóvil y evitar así que las nuevas raíces que produzca el árbol se dañen al moverse el cepellón a consecuencia del viento, riego y pequeños accidentes. Este paso es imprescindible.
9.- Finalización
Ahora que está anclado el árbol podemos acabar de añadir tierra y compactarla con los palillos, evitando así que queden bolsas de aire en el interior del cepellón.
Se finaliza la plantación dando el acabado correcto a la superficie del suelo. Para ello se barre la parte superior de la tierra y se elimina el primer centímetro de sustrato, cuidándonos que no se quede ningún granito de la arena blanca entre el nevara.
Después se vuelve a rellenar la maceta con una capa de akadama, que tiene un color bonito y discreto. Sobre esta capa de akadama se coloca musgo.
Primer trasplante tras la recuperación.
El sistema de trabajo es igual al caso anterior. La diferencia está en el modo en que se tratan las raíces. Los objetivos de este trasplante son:
Está comprobado que un árbol que vive en maceta se desarrolla mejor en tierras sueltas y bien drenadas, siempre y cuando podamos regar con la asiduidad que esto requiere y abonemos con frecuencia.
Por eso cuanto antes eliminemos la tierra vieja antes recuperará fuerza el árbol y antes cumpliremos con los objetivos de modelado de la copa.
Para cumplir estos tres objetivos debemos realizar una delicada operación, tal vez la más delicada en la vida de un bonsái, pues el tratamiento suele ser drástico. Esta operación es la primera poda de formación de raíces que es similar a la poda de formación de la copa, con la diferencia de que podando las raíces corremos el riesgo de perder el árbol. Como se comentó anteriormente, esta poda consiste fundamentalmente en reducir al máximo la longitud de las raíces más gruesas, para fomentar la formación de raíces capilares. Lo difícil es saber cuánto podar, pues no hay norma fija, aunque se deben tener en cuenta las siguientes consideraciones:
Trasplante de emergencia:
Hablamos de trasplante de emergencia cuando éste se lleva a cabo fuera de época y sobre un bonsái que presenta claros síntomas de tener raíces dañadas.
Cómo ya se comentó anteriormente, la copa es el reflejo de las raíces, de modo que cuando vemos que nuestro árbol pierde color
, muestra síntomas claros de debilidad e incluso comienzan a secarse algunas ramas sin causa aparente, podemos pensar sin mucho riesgo de equivocarnos que hay algún problema en las raíces. La causa para que se presenten este tipo de problemas radicular es está relacionada en el 90% de los casos con el riego, bien por exceso o bien por defecto. En ambos casos las consecuencias son las mismas, pues el árbol acaba deshidratado por falta de agua que las raíces podridas no son capaces de bombear a la copa.
Cuando sospechamos que uno de nuestros bonsái puede estar padeciendo problemas en sus raíces, lo primero que debemos hacer es un control visual del cepellón. Si hay podredumbre de raíces, debemos ser rápidos, especialmente en coníferas, pues se recuperan con dificultad y cada día que pasen sin ser tratados, puede ser fatal.
Al sacar el árbol de la maceta, examinaremos el cepellón, sin deshacerlo, observaremos el estado de las raíces del perímetro. Sí están negras y presentan un aspecto pastoso, algo va mal. Para asegurarnos de su estado, debemos agarrarlas con las yemas de los dedos. Si al hacer esto se separan y se rompen sin esfuerzo solo con tocarlas, es que están podridas y tenemos que efectuar un trasplante de emergencia.
Éste consiste en limpiar el cepellón e ir eliminando raíces hasta llegar a la parte sana. Los cortes que hagamos a las raíces deben ser limpios, pues favorece a la cicatrización y mejora la emisión de nuevas raíces. Una vez podado se planta en una maceta lo suficiente amplia, con tierra arenosa muy suelta por ejemplo arena de río kiryu de grano 3-7mm. A partir de ese momento se debe tratar como si fuera un esqueje y, para ello lo pondremos a la sombra y tendremos que procurarle una atmósfera lo más húmeda posible. Lo ideal es un invernadero frío o es su defecto, una campana de plástico transparente. Si esto no fuera posible, rociaremos la copa con agua varias veces al día, para evitar que se deshidraten las hojas que no pueden ser abastecidas por las raíces.
El riego juega un papel determinante en los árboles que están en este estado. Dejar secar la tierra totalmente mucho tiempo sería malo, pero mantener el cepellón siempre mojado nos garantiza el fracaso. El sistema de riego a emplear don un árbol deshidratado es el mismo que en cualquier otro bonsái de nuestra colección, lo que sucede es que en este caso pasará mucho tiempo hasta que la tierra se seque, pues las raíces no son capaces de bombear agua. Diariamente nos fijaremos en la superficie de la tierra y no regaremos hasta que ésta no se haya secado. Cada riego que demos ha de ser lo suficiente abundante como para que todo el cepellón quede bien mojado, pero no volveremos a regar hasta que esté seco nuevamente. Lo que sí haremos con la mayor frecuencia posible es humedecer la copa con un atomizador.
Si pasado un tiempo prudencial vemos que el árbol comienza a recuperarse, lo iremos acostumbrando progresivamente a las condiciones normales que un árbol de su especie requiera y podemos reducir paulatinamente la frecuencia de las vaporizaciones de copa.